Esta leyenda aconteció en la comunidad de Cumpich, que está situado al Oriente de Hecelchakán, aproximadamente a 20 minutos de viaje. Es una comunidad ancestral con un legado cultural de origen maya dedicado al cultivo de maíz. De aquí nació la presente leyenda. Espero la disfruten. Dice así:
Hacía conjuros y menjurjes bajo la tutela de los señores de Xibalbá, los señores de la muerte. Provocaba dolencias físicas, calenturas, males incurables y hechizaba el amor para postrarlo a quienes se lo pedían.
La maldad era su pan de cada día. Disfrutaba al ver los estragos del mal en las personas que se entregaban con bondad a la vida. Arrojaba polvo de cementerio y otras sustancias a sus víctimas. Su mundo era profano y maldito. En una sola palabra era: bruja.
Cuentan los vecinos de Cumpich que era el temor del pueblo. Todos sabían de ella en aquella pequeña comunidad de Hecelchakán.
Su apariencia y sus actitudes eran empalagosas con su pretensión de amabilidad. Sonaba convincente en su plática pero interiormente le repugnaba fingir ya que el odio y la mentira eran sus sentimientos más profundos.
Vivía en una casita tradicional de la zona maya: techo de huano, paredes de embarro rojo y piso de sascab. La soledad era su refugio, puesto que sus tres hijos ya se habían casado y vivían en hogares distantes. Dos de ellos vivían en Cumpich y el otro en Escárcega.
Conocedora de los laberintos del inframundo donde reinaba la muerte, hacía su conjuro a los señores de Xibalbá y, –cuentan en voz baja los habitantes de Cumpich- que a medianoche, en lo más denso de la oscuridad, se iba caminando con una vela prendida hasta Escárcega para visitar a su hijo Florentino.
También es comentario difundido que en muchas ocasiones la bruja se convertía en cochino para asustar a quienes a altas horas de la noche anduvieran por las calles o los caminos cercanos a esta comunidad.
Doña Xmas cuenta que una vez la bruja se convirtió en cochino y salió a recorrer las sendas oscuras ya que era su diversión favorita, únicamente que esta vez fue visto por don Jacinto Xequeb que había salido de cacería, y sin temerle a la aparición con un palo lo golpeó hasta que salió huyendo con berridos infernales que rompieron la paz y el sueño de los vecinos de Cumpich.
Doña Xmas comenta que al día siguiente andaba la bruja coja y con la espalda lastimada y al preguntarle qué le había pasado respondía que se había caído en el chiquero.
Cuando la bruja murió –continuó relatando doña Xmas- le salieron colmillos como de murciélago y la piel le quedó negruzca como la cabeza de los zopilotes, por esa razón, sus dos hijos que vivían en Cumpich no dejaron que nadie la viera y ellos fueron los únicos que la enterraron en el cementerio.
Esta es una leyenda que de verdad ocurrió en Cumpich cuando en ese entonces no había luz.

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